- Año: 2002
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Fotografías:Duccio Malagamba
Ampliar o construir un edificio nuevo. ¿Cuál es la masa crítica que lo convierte en lo primero o lo segundo?. Desde un principio entendimos que la edificación a rehabilitar (el antiguo colegio de la C/ Sarmiento, insertado en el tejido urbano del Casco histórico de Pontevedra) debía completarse con una construcción que la convirtiese en una unidad, en una nueva manzana de la ciudad. Pero es tal la relevancia del programa requerido, en torno a 10.500 m2, que fue realmente difícil equilibrar dicha construcción con lo existente.
¿Y si el proyecto se dividiese en partes que, como una balanza, graviten en torno a un espacio público de comunicaciones?, ¿y si ese nuevo elemento se convirtiese en una oportunidad para la ciudad? Equilibrio de fuerzas y episodio urbano, ese es el regalo del proyecto: la conservación del espacio arbolado y su prolongación hacia la trama urbana constituye una nueva puerta del museo, un nuevo espacio de acceso que establece una comunicación peatonal a través del interior de la manzana y se une a un itinerario más amplio a través de estrechas calles que se dilatan con áreas ajardinadas en la densa trama del casco histórico.
Tradicionalmente los vestíbulos y las salas de exposiciones de un museo forman parte de una misma edificación, por lo que es difícil compaginar la abertura de un edificio seguro hacia un área verde exterior que participa de un recorrido urbano. Proponemos un paréntesis, un pabellón dentro del nuevo jardín que pertenece al volumen antiguo y al nuevo, y que se convierte por su segregación del resto en un espacio para las nuevas oportunidades (restauración, actos sociales, presentaciones, actos culturales) que todo museo necesita en la actualidad. Frente a la libertad del pabellón central, los otros dos volúmenes (antiguo y nuevo) se transforman en cofres de bienes cultuales, y se muestran al público a través de los pasos que lo conectan con el área de acogida.
El edificio-puerta insertado en el jardín contiene todos los usos de la zona pública sin bienes culturales. Su uso es complementario, de comunicación y difusión de los contenidos del museo cuando las salas están abiertas, o de un centro de difusión cultural cuando se encuentran cerradas. Las distintas plantas son salas de pasos perdidos, salas divulgativas abiertas en su perímetro al jardín, donde el público se informa de los contenidos del museo.
Los dos cofres que completan la manzana, el antiguo y el de nueva planta, se entienden como elementos herméticos de piedra. El nuevo volumen sigue la trama urbana de las calles y se pliega en su fachada norte al trazado de la muralla existente, incorporando los restos al circuito cultural de la ciudad. Sin lucernarios posibles al estar las salas obligadas a un apilamiento en altura, la iluminación natural aparecerá mediante la manipulación de la estructura: unos gruesos forjados técnicos soportan las instalaciones de climatización y, en su encuentro con las fachadas, se convierten en “ventanas cenitales”.
En esa búsqueda de equilibrio entre las partes, la aparente ligereza del vidrio del pabellón-jardín es compensada por el uso de un pesado esqueleto de hormigón y unos pavimentos de granito. Por el contrario, el hermético edificio de grandes losas de granito pretende aligerarse a través de su fenestración horizontal, por la que surge la luz de día y de noche. El interior de hormigón blanco contrasta con la aparente ingravidez de la estructura y con el suelo técnico de madera blanqueada a través del que surge el aire acondicionado.